Probablemente ninguna otra obra del pasado siglo haya suscitado tantos interrogantes como el “Guenica” de Pablo Picasso. El sufrimiento, el terror y la desesperación que el genio español plasmó en su trabajo más icónico ha marcado a generaciones, convirtiéndola 80 años después en “la escena trágica de nuestra cultura”.

Así, al menos, lo afirma Timothy James Clark, comisario de la exposición con la que el Museo Reina Sofía, de Madrid, conmemora el redondo aniversario, a la vez que celebra sus 25 años de existencia. Y, como con todo lo que “toca” Picasso la expectativa era enorme, con una sala de prensa a rebosar. “Como no recordaba en años”, exclamó satisfecho el director de la institución, Manuel Borja-Villel, según informa la agencia DPA.

Cuando en 1937 el Gobierno de la República española le encargó el mural a Picasso, que había sido nombrado en 1936 director del Museo del Prado, la propuesta le supuso un desafío.

Fue entonces cuando el artista decidió mostrar el atroz bombardeo y el horror de la guerra y, con sorprendente rapidez, creó el que iba a ser uno de los íconos del siglo XX, en un mural de 349 x 776 centímetros, con lenguaje cubista y ciertas deformaciones surrealistas. Picasso efectuó ocho versiones del cuadro hasta llegar a la definitiva, en la que el caballo herido desafiante ocupa la posición central y el sol se transforma en luz artificial a través de una bombilla.

El cuadro no representa únicamente el bombardeo de la ciudad de Guernica, sino que es el símbolo, la metonimia, de la tragedia de la guerra, donde todo es violencia, horror, dolor, gritos mudos, cuerpos mutilados, brazos y piernas por el suelo; y donde una madre, al lado de un toro, llora llevando al hijo muerto en sus brazos, en medio de las llamas.

Picasso, en una entrevista publicada el 13 de marzo de 1945 en la revista estadounidense New Masses, avaló esta idea al afirmar sobre el simbolismo del cuadro: “el toro no es el fascismo, aunque sí la brutalidad y la oscuridad”.

La composición nos muestra nueve personajes. Entre ellos están cuatro mujeres, un caballo, un toro, un pájaro, una bombilla y un hombre, precisan los críticos.

Tras varios años de investigación, el Reina Sofía ha logrado reunir alrededor de 180 obras en la monumental “Piedad y terror en Picasso. El camino al Guernica”, que abre sus puertas hasta el 4 de septiembre. Entre ellas destacan préstamos excepcionales como “Las tres bailarinas” (1925), de la Tate; “Mujer peinándose” (1940), del MoMA; o “Mandolina y guitarra” (1924), del Guggenheim de Nueva York.

“Hasta el encargo que le hizo el Gobierno, su mundo era el de los interiores el espacio contenido y protector del cuarto”, afirma Borja-Villel.

Pero en torno a 1925, ese espacio privado se va viendo invadido por cuerpos rotos y desmembrados, mientras por la ventana empiezan a colarse monstruos y fantasmas. Este punto de inflexión en el que lo terrible se adueña de su arte quedó marcado por “Las tres bailarinas”, que el propio Picasso consideró su obra cumbre.

En la década siguiente, esas criaturas picassianas escapan de los confines del cuarto para mostrarse en un espacio abierto, quizá público: los monstruos se transforman en monumentos. Según la tesis de la exposición, esa tragedia a gran escala del “Guernica”, pero también la piedad que irradia la obra, no habrían existido si Picasso no se hubiera obsesionado antes con los extremos de la condición humana. La exposición, en definitiva, indaga en el camino creativo que llevó al artista a pintar este cuadro en blanco y negro, con una variadísima gama de grises y toques azulados y sin una gota de rojo, de sangre.

“Picasso nos hizo una obra de madres, niños y animales que sufren. No hay hombres en este cuadro -explicó la co-comisaria Anna M. Wagner-. Y creo que por eso se ha comunicado de forma tan potente con el público”. De ahí que la exposición no culmine en el “Guernica”, sino una década después, con todas aquellas mujeres como “máquinas del sufrimiento” con las que Picasso seguía marcado por el influjo del mural.

Fascinación

Desde 1937, la imagen de terror que emana del cuadro ha quedado grabada en la retina de varias generaciones.

La exposición, que viajará a Colombia, México y Estados Unidos en versión reducida, se plantea además de los orígenes del cuadro, el porqué de esa fascinación. Y para ello, ahonda en el tratamiento tanto épico como compasivo del mural y las implicaciones, tanto piscológicas como estéticas, de lo que significa dar forma al terror.

Paralelamente a la exposición, que supone la gran muestra del “Año Picasso” en España, el Museo Reina Sofía despliega un amplio programa de actividades hasta el 12 de diciembre con seminarios, un ciclo de conferencias, actuaciones, publicaciones especiales -entre ellas una sobre el periplo de la obra-, y la creación de un espacio propio para el “Guernica” en su web.

La obra, entre 1937 y 1992, se trasladó casi 50 veces, lo que le provocó fisuras y zonas de desprendimiento. Por el momento, se aclaró, no será restaurada, a pesar del diagnóstico de los expertos internacionales.